Espacio Carta Abierta

CARTA ABIERTA/5

Restauración conservadora o profundización del cambio

El espacio de intelectuales, artistas y creadores Carta Abierta elaboró un nuevo documento, centrado en el avance de “una derecha agromediática” en el contexto del escenario electoral nacional y de la intensa crisis global. La presentación se hará mañana, a las 13, en la Librería Foro Gandhi.


Recorre la Argentina la fanfarria de una restauración conservadora, expresión de una derecha vieja y nueva. Con arrebatos cambiantes, a veces con estridencia, muchas veces en la penumbra, nerviosamente se preparan. Van de reunión en reunión, en una coreografía que se hace y rehace bajo la bitácora de semanales gacetilleros del gran desquite. Ventrílocuos, pronostican el próximo viraje. El fin de la pesadilla. No llegan a ser aún la Santa Alianza. Pero a falta de un Metternich, pululan políticos de diversas historias y procedencias, estilos comunicacionales aparentemente objetivos y representantes de economías facciosas que apuestan a recrear un Estado sin capacidad de pensar el conjunto de la Nación, cuando es necesario transformarlo en el sentido contrario, sacudiéndose sus modos neoliberales y su debilidad institucional. Los restauradores exudan el deseo de recuperar los fastos de la Argentina del primer centenario, aquella en la que la mitología agroganadera representaba los fundamentos de la Nación. Sus narrativas del presente se inspiran en las injusticias y desigualdades del pasado.

Ellos realizan sus rápidos cálculos de reposición del viejo orden. Alegan pureza institucional, pero se han abstenido de hacer gala de ella cada vez que les tocó actuar en tareas de responsabilidad. Esgrimen que se han superado los límites tolerables en materia de seguridad, pero en vez de pensar los abismos sociales que sólo se remedian con políticas democráticas y con el desafío aún pendiente de una nueva distribución del ingreso, expanden un miedo difuso preparando futuras agencias y formas regresivas de control poblacional. Vigilar y castigar parecen ser sus recursos privilegiados, el núcleo primero y último de la brutal simplificación de la anomia que subyace a una sociedad desquiciada por la implantación, desde los años de la dictadura videlista, de un proyecto de país fundado en la exclusión, la marginalidad y la miseria creciente de aquellos mismos que acabarán convertidos en carne de prisión o de gatillo fácil.

Si es el caso, no vacilan en aceptar pigmentos de “izquierda” para presentar un proyecto que pertenece a las fantasías recónditas de una nueva derecha mundial. Desenfadados, anuncian que todo lo que harán no será contradictorio con la asunción de “la política de derechos humanos”. El neoconservadorismo argentino ha aprendido a no ser literal como sus ancestros. Puede ser también, si lo apuran, un “progresismo de derecha”, imbuido de los miles de fragmentos sueltos que vagan por los lenguajes políticos. Todo vale. Pueden tomar las premisas de una lengua que hace poco pertenecía a los movimientos sociales de transformación. O pueden sonreír por lo bajo, pues alguien sustituyéndolos reclamará magnas puniciones y pronunciará el supremo veredicto: “pena de muerte”. Será la forma sublimada de indicar el rumbo de la reingeniería de una “sociedad turbada”, una Argentina que reclamaría la pastoral de la seguridad, que en vez de considerarse un grave problema que debe convocar imaginativas soluciones económicas, democráticas, laborales y pedagógicas, es visto como una peste medieval que exige periódicos exorcismos de punitivas sacerdotisas y ávidos prelados.

Junto a la complicidad con quienes exigen un cadalso público como forma de una nueva razón disciplinadora, los mundos políticos de la restauración conservadora extienden bruscamente ante sí el descuartizado mapa de las ideologías argentinas. Unos buscando “patas peronistas”, otros “patas liberales” y otros “patas radicales” para lo que creen que son sus baches a ser rellenados con cuadrillas políticas nocturnas de urgencia. Confunden política con pavimentación. Se entrecruzan en el complaciente intercambio de figuritas sobre el vacío que se atribuyen a sí mismos. Comienzan por reconocerse carentes, vivir en el socavón de su propia escasez. No sorprende que la decadencia de las grandes ideas de cambio social haya traído aparejada la decadencia del lenguaje político. Las viejas corrientes políticas, que supieron ser corrientes de ideas, son ahora partes de un pensamiento rápido, aleatorio, que se arrastra por el piso como un mueble que desgastó sus soportes. La nueva derecha, forjada en los lenguajes massmediáticos, carece de escrúpulos a la hora de arrojar por la borda ideas y principios o de adherirse a los restos tumefactos de tradiciones antagónicas; lo único que le importa es conquistar, por la vía de la simplificación y el vaciamiento ideológico, a una ciudadanía apresada en las matrices heredadas de los ’90 menemistas. Pretenden organizar las filas del individualismo atemorizado pero si triunfan no gobernarán como estrategas de la concordia social sino como artífices de una implacable revancha represiva.

Los representantes de la restauración han memorizado así archisabidos preceptos, míseras cartillas para refundar el Orden Conservador, pero se sienten vivados por los abstractos públicos presentados como momentánea platea popular sustituta. Saben que actúan en medio de poblaciones estremecidas por los diversos planos de una crisis civilizatoria de la que dicen no tiene conclusión visible, pero la suelen ver como parte de un oscuro deseo de que esa crisis llegue pronto a la Argentina como “gran electora catastrófica”. La crisis mundial sería la prestidigitadora de una devastación. Desarticularía previsiones, refutaría políticas públicas y esparciría desempleo, inestabilidad o pánico. Y les daría votos. La conciencia invisible del conservador se mueve en todos los rubros de la lengua movilizadora, pues sabe que hay un público difuso extendido en todo el país que lo escucha y que proviene de muchos legados políticos destrozados. Se parte del anhelo de que la crisis venga ya. Que irrumpa por fin esa crisis mundial y derrote a los esfuerzos que se hacen por conjurarla, a veces buenos, otras improvisados sobre el vértigo que la crisis impone, no siempre efectivos.

En el inconsciente colectivo de la restauración se halla emplazado el pensamiento de que la “llegada visible de la crisis” equivaldría a una admonición mesiánica que se encargaría de derrotar a los frágiles gobiernos a martillazos del Dow Jones y drásticos patrullajes del Nasdaq. Ninguna conciencia parecen tener de que esas catástrofes en el centro del mundo se han llevado consigo los paradigmas sobre los que construyeron sus capitales políticointelectuales. Más que paradigmas, son sofismas que no cesan de repetir a despecho de las evidencias. Eluden dar cuenta de la gravedad mundial de la crisis para menoscabar las medidas que atenúan sus ondas expansivas más duras. No se atreven a reconocer que la demora y cierta “suavidad” relativa de la crisis en Argentina se vincula con las políticas gubernamentales de moderada desconexión de las lógicas financieras del capitalismo contemporáneo. Los restauradores repiten sus axiomas ya fallidos y no trepidan en solicitar el fin de la desconexión: volver al seno del FMI es ya una consigna de batalla.

Los líderes del “partido del orden”, mientras aguardan el auxilio de la crisis, no pueden atravesar ciertos dilemas de parroquia: ¿qué representación política dará finalmente el nuevo bloque agrario que trae la sorprendente fusión en las consignas de los agronegocios de los sectores que antaño se diferenciaban por distintos tipos de actividad agropecuaria? Una nueva soldadura material y simbólica ha ocurrido frente a las nuevas características tecnológicas y empresariales de la explotación de la tierra sobre el trasfondo de ganancias inesperadas. Se trata de un bloque “enlazado” que, bajo un débil manto de republicanismo, se propone la cruzada restauradora y para hacerlo declara vetustos los desvencijados partidos remanentes, exige una derechización social y pone en crisis también a las tradicionales representaciones del sector.

Los restauradores anuncian que están frente a una impostura histórica pero llaman impostura a novedades introducidas por un juego democrático que sin duda es desprolijo pero vital; anuncian que están frente a manifestaciones de locura y tilinguería, pero no se privan de reclutar en sus filas a toda clase de comediantes que postulan el regreso a una normalidad administrada desde antiguos retablos ajustistas. Anuncian también que están frente a un gobierno errático, peligrosamente estatista –si son liberales–, e insensible a lo social –si asumen aires ocasionales de izquierda–. La impostura de la que acusan al Gobierno atraviesa de lado a lado su lenguaje, en especial cuando recurren a antiguas y venerables simbologías populares en nombre de intereses antagónicos de esas tradiciones.

Este tema es necesario recorrerlo claramente. El Gobierno se halla en medio de una tormenta social y política –local e internacional– acerca de la cual, tanto como no se puede aceptar que la haya provocado en lo que tiene de incierta, tampoco es posible dejar de ver en sus medidas más atrevidas el origen de las hirientes esquirlas que recibe como respuesta y debe afrontar. Estas medidas ya se conocen, y van desde los primeros gestos en relación a fuertes reparaciones simbólicas que desataron nudos asfixiantes de la historia hasta el pasaje de las existencias de las AFJP al patrimonio público bajo administración estatal o el profundo y necesario proyecto de ley de medios audiovisuales, sin dejar en un segundo plano la recuperación de una perspectiva latinoamericana que abandonó el paradigma de las “relaciones carnales” para encontrarse con irredentas pertenencias histórico-culturales. Con sus diferencias y particularidades, los procesos boliviano, venezolano, brasileño, ecuatoriano, cubano, uruguayo, chileno, paraguayo, nicaragüense, salvadoreño, no nos dejan pensar que esta hora latinoamericana va a ceder su horizonte de realizaciones ante la agresión mancomunada de las nigromantes y los hechiceros del retroceso. Y sabemos que la difícil encrucijada económica y social no puede sortearse sin la composición de tramas políticas, económicas y culturales de alcance regional.

El ciclo abierto en el 2003, no sin titubeos, produjo una diferencia con las formas de gobernabilidad anteriores, diferencia surgida de la lectura de los acontecimientos de 2001, cuando el protagonismo popular sancionó el fin de aquellas formas. Diferencia que se percibe en sus intentos democratizadores (que van desde la modificación virtuosa de la Corte Suprema hasta la afirmación de una política de derechos humanos que retoma los reclamos de los grupos organizados por su defensa), en el tipo de encuentro que propició con los movimientos sociales (entrecruzamiento de diálogos y no de medidas represivas), en el planteo de núcleos centrales para una sociedad justa (desde la enunciación de una pendiente redistribución del ingreso hasta la extensión de los derechos jubilatorios y la reposición de la movilidad de los haberes), desde la innovación en políticas de defensa hasta la decisión de no rendir ante el altar de la crisis los sacrificios tradicionales del trabajo y del salario.

Se conocen también sus deficiencias. Existe un gran contraste entre acciones innovadoras en campos sensibles de la vida social y apoyaturas que arrastran estilos rígidos, no decididamente democráticos, de organización política. Nos referimos a una escasa renovación en los sostenes oficiales del Gobierno, cuando no a un chato horizonte de conveniencias sectoriales –encarnadas por lo general en porciones extensas del Partido Justicialista– y específicamente en el profundo error que se comete con alianzas como las de Catamarca, donde se marchó junto a la figura que gobernaba la provincia cuando sacudía al país el caso María Soledad y con las huestes de un confeso ladrón. También lo que implica la cercanía con Aldo Rico en San Miguel, para mencionar sólo los casos que más hieren. No sólo por lo que componen, también por la ausencia que revelan de otra construcción política capaz de efectuar una interpelación popular, convocar a los hombres y mujeres, a los trabajadores, a los desocupados, a los que estudian y los que crean, a apoyar y expandir una diferencia que efectivamente existe en ciertos actos y se opaca en la rutina de las antiguallas partidarias. No es casual que en las entretelas de estas alianzas de ocasión con personajes sin moral y sin conciencia, que han navegado los últimos veinte años de vida política, haya tomado cuerpo la “idea” de una “salida ordenada” del kirchnerismo, manejando figuras como el cáustico sojero Fórmula 1. Esa salida –engalanada con prefijo post– dejaría al pueblo como rehén. Se trata, en realidad, de la restauración conservadora con la misma soja al cuello pero con Hugo del Carril en la vitrola. El Gobierno se recuesta sobre una estructura partidaria que parece garantizarle un piso electoral imprescindible, sin transitar por sendas en las que se podría vislumbrar un horizonte distinto. Comprender la carencia no significa aceptar la solución como la única posible. Es, más bien, anticipar los costos a pagar.

Son temas que es necesario revisar. La dignidad de un proyecto social de cambios requiere que sus apoyos surjan convencidamente de llamados a las vertientes sociales, productivas y culturales que esperan participar en un movimiento que pueda gobernar en medio de desafíos fundamentales y vencerlos innovadoramente. Ese llamado aún no ha ocurrido aunque, como debe brotar de los pliegues críticos de la sociedad, es necesario encontrar en la sociedad civil el lenguaje y los argumentos para concretarlo. Un lenguaje sensible a una sociedad que se ha transformado y cuyas disidencias internas, sus polémicas públicas, no pueden ser explicadas sólo con la cartilla de las anteriores lecturas nacional-populares. El desafío es apropiarse de aquellas lecturas pero entramadas en una nueva y compleja realidad; de reencontrarse con los afluentes de una memoria de la justicia y la igualdad en el contexto de inéditos saltos al vacío del capitalismo actual. Es bajo esta perspectiva que reconocemos la trascendencia de lo abierto en mayo del 2003 y que no olvidamos las enormes dificultades que existían y que todavía persisten para construir un proyecto democrático y popular. Algunas izquierdas, como lo han hecho repetidamente, no atinan a dar cuenta de la singularidad de los acontecimientos. Es hora de entrelazar miradas, perspectivas, tradiciones y biografías diversas que comparten el ideal emancipatorio, intuyendo que la hora argentina reclama una fuerte toma de partido que sea capaz de enfrentar la restauración conservadora.

No queda mucho tiempo para ello. Pero reconocer las dificultades no implica bajar los brazos. Las consecuencias de un triunfo de la coalición conservadora pueden ser graves, pero este documento quiere ser de esperanza y de reagrupamiento en la lucha. Veamos: en la Ciudad de Buenos Aires está en curso una experiencia. La gobierna una derecha que con remozada gestualidad despliega destructivos ataques a las instituciones públicas de la ciudad, rastrilla las calles con anteojeras represivas y no desdeña ocasión de borrar aquello que otros pensamientos políticos habían inscripto en la vida estatal. Gobierna esa derecha por su capacidad de seducir a un electorado dispuesto al festejo de fórmulas abstractas que (ilusoriamente) resolverían problemas complejos. Pero el progresismo porteño aún merece una revisión crítica y el gobierno nacional el cuestionamiento de su escasa reflexión sobre la peculiar sensibilidad cultural y política de la ciudad. Cuando algo permanece intratado, cuando no se lo considera en su especificidad, es arrojado a un trato consignista, abstracto, reactivo. Campo fértil para las derechas, con sus maniqueísmos excluyentes. Por eso, se arriesga demasiado cuando se trata con categorías desdeñosas a una ciudadanía que puede ser complaciente y superficial, pero en ocasiones, además, díscola y crítica. También el riesgo es altísimo cuando se renuncia a considerar ciertos temas, como el de seguridad, por lo que arrastran de amenaza. Las grandes ciudades argentinas, escenarios y protagonistas de luchas emblemáticas de la historia nacional (desde las huelgas de la Semana Trágica o la Reforma Universitaria hasta el Cordobazo; desde el 17 de Octubre o la huelga del frigorífico Lisandro de la Torre hasta las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001), esas mismas ciudades han sido permeables al discurso neoliberal. Pero las ciudades anteriores persisten.

Tradiciones culturales y memorias comunitarias subyacen a la espera de una invocación política que las reavive y contenga. Nadie es dueño de la conciencia de los millones que viven, sueñan y despotrican en estas urbes. La crisis puede ser oportunidad de reabrir esa historia y para considerar los núcleos potentes de las luchas urbanas actuales: la confrontación contra la precarización del trabajo y el desempleo, el enfrentamiento contra las añejas pero actualizadas formas de opresión a las mujeres, para nombrar sólo algunas. No damos por perdida esa apuesta por arrebatar las ciudades de sus cautiverios mediáticos y sus temblores restauradores.

Cuestiones vitales como el modelo energético, el régimen de entidades financieras, el transporte ferroviario y fluvial, la explotación minera, requieren formas de desarrollo viables que no acepten fáciles composiciones con empresas transnacionales que no tienen hipótesis de preservación ambiental ni se componen con un modelo económico nacional autónomo. Es necesario actuar con criterios eficaces en torno a crear opciones económicas democráticas, donde un pragmatismo inmediatista no sustituya un proyecto más profundo de economía distributiva, proteccionismo democrático, urbanismo integrador e inclusivo y ordenamientos normativos que impidan la rapiña de recursos. Esto requeriría de instituciones estatales con capacidad de desplegar políticas públicas, con efectiva llegada a todo el territorio nacional. Pero sabemos que, si entre los méritos del ciclo abierto en el 2003 está el de resituar la importancia del Estado, también es claro que el realmente existente no está a la altura de esa relevancia.

Se han desplegado, sin embargo, considerables apoyos a los compromisos científicos sustantivos, expandiendo la investigación, los presupuestos a ella destinados e incentivando la innovación intelectual en la vida social productiva. En este mismo itinerario, queda pendiente la renovación de las fuentes de la reflexión crítica sobre estas materias, sin esquematismos ni fervores momentáneos que demoren el encuentro de los grandes núcleos de acción intelectual creativa en torno a la ciencia, el arte, el urbanismo, los medios de comunicación, el lenguaje, el diseño y las tecnologías. La creación del Ministerio de Cultura de la Nación, capaz de articularse con el de Ciencia y Tecnología, permitiría pensar la inteligencia y la creatividad sociales en conjunto, no como secciones estancas de acciones nómadas.

Por todo esto, llamamos a ejercer el derecho de crítica autónoma dentro de un gran campo de apoyo a los aspectos realizativos que ha encarnado el gobierno nacional. El momento lo reclama. No somos partisanos de una axiomática y binaria contradicción fundamental, aun cuando reconozcamos que las situaciones críticas conllevan, a nuestro pesar, un borramiento de matices. Debe haber distintas variantes y situaciones para los pensamientos críticos. Pero tampoco el Gobierno es ese manojo irreversible de contradicciones obtusas que a diario nos propone la vasta maquinaria mediática que lo envía al patíbulo en miles de minutos diarios de televisión, acudiendo a las doctrinas ubicuas del escándalo y el odio, en uno de los momentos más graves de irracionalismo asustadizo y de no tan encubiertos racismos que haya vivido la sociedad argentina contemporánea. Esa ofensiva de una derecha agromediática que no deja nada por tocar ni ensuciar, que corta rutas y agita conspiraciones, nos persuade de la decisiva importancia que adquiere no solamente la defensa de la legitimidad democrática sino, más hondo y grave, del decisivo entrelazamiento de un proyecto popular con el destino del Gobierno. Desatar el nudo que une ambas perspectivas constituye un error cuyo costo puede ser desmesuradamente elevado; imaginar que la caída de lo inaugurado en el 2003 puede ensanchar el horizonte popular y nacional es no sólo una gigantesca quimera sino una perturbadora irresponsabilidad histórica de los que todavía no comprenden el carácter y la dimensión del peligro restaurador.

La restauración tiene sus antenas y tentáculos preparados para aprovechar los deficientes reconocimientos mutuos que hemos tenido entre aquellos que en el pasado compartimos horas decisivas para constituir una fuerza popular transformadora desde distintas vertientes de la historia argentina. Llamamos entonces a que consideren favorablemente estas ideas, precisamente los compañeros de las izquierdas, de las corrientes nacional-populares, de los libertarismos, de los autonomismos y de los socialismos. Es imprescindible que sigan realizando observaciones críticas a las que siempre les otorgamos credibilidad, pero también les proponemos que las integren a un seno común aunque heterogéneo de opiniones situado ante la urgencia de oponerse a la restauración conservadora. Pero no menos imprescindible es que se constituya una gran fuerza autónoma que recorra las diversas experiencias de transformación social y las devuelva a la esfera pública de un modo movilizador, renovado y creíble. Allí radica una de las apuestas sin la que resulta casi inimaginable la profundización popular de un proyecto democrático que vino a renovar las lenguas políticas en un tiempo dominado por las clausuras y las desesperanzas.

Llamamos a actuar contra la restauración conservadora de un modo creativo, inhibiendo su diseminación con argumentos sutiles y masivos, que pongan en evidencia su auténtica impostura, su anacronismo y la amenaza que suponen a cualquier forma de redención social, defendiendo los aspectos progresivos de la actual situación y haciendo explícitas las reservas, a modo de un necesario reencaminamiento de las acciones políticas populares. Llamamos a no dejarnos sorprender por el clima de desprecio que crean los operadores de una crisis anunciada, que es el ensueño de las viejas fuerzas del Orden con pañuelito de seda al cuello, gozando ahora de la masividad mediática con que instalaron el partido del miedo. Llamamos a retirarnos de la quietud y a no quedar atados al comprensible malestar por los enredos que poseen muchos de los recorridos políticos de la hora. Porque la aparente claridad de los restauradores traerá al país los capítulos ya conocidos de la pasividad cívica, el descompromiso con el trabajo colectivo, la mediocridad política y el predominio de los círculos áulicos que operan en el servicialismo a los más oscuros poderes imperiales, cuyo resultado previsible es la multiplicación de la desigualdad, su marca más auténtica.

En estos meses, se desplegará una contienda electoral que tendrá mucho de plebiscito respecto de las políticas gubernamentales, que en algunos casos presentan deficiencias pero que configuran acciones reparatorias para una sociedad dañada. Las rutinas electorales –con sus desfiles de espantajos y sus diatribas mutuas– serían insufladas de otro entusiasmo si se las dota de un carácter programático. De un programa en el que la defensa de los derechos humanos, la consideración de la seguridad sin reduccionismos represivos, políticas de retención de las rentas extraordinarias, estrategias de apoyo a la producción, proyectos educativos que promuevan sujetos autónomos e inclusión social, políticas de salud enraizadas en las vastas necesidades populares, la profundización de la integración regional, la preservación ambiental (incluidos los glaciares) y el debido cumplimiento de las aún pocas leyes existentes que reconocen los derechos de los pueblos indígenas, no puedan ser expurgados ni menoscabados. Por otro lado, también se estará debatiendo una de las más radicales medidas de distribución cultural: una ley que impulsa la democratización del sistema de medios de comunicación. El proyecto, surgido de intercambios y consultas, estará recorriendo los vericuetos del debate en la sociedad civil antes de su trato parlamentario. No serán, no son, tiempos fáciles, portan una nitidez casi dolorosa y exigen renovadas pasiones. Muestran que no hay para el pueblo argentino “salida ordenada” contra la restauración conservadora. ¡Profundicemos los cambios! Ese es nuestro llamado.

Discurso por el 24 de marzo, en el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi),

Hebe de Bonafini, Presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.
Discurso por el 24 de marzo, en el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi), que los medios gráficos omitieron publicar.

“Queridos todos, amados míos, a todos ustedes que inundan este lugar ganando esta batalla increíble de hacer un 24 de marzo en este lugar: la vida le ganó a la muerte. Le ganamos, compañeros. Un 24 de marzo en este lugar hace 33 años era impensado, hace 10 era impensado.
Cuando las Madres discutimos qué queríamos hacer aquí, inmediatamente pensamos que tenía que ser un lugar donde todo el mundo, miles y miles, vinieran a inundarlo de amor, de alegría, de vida, de esperanza, de revolución. Y esto es posible gracias a Néstor y Cristina Kirchner. Gracias compañeros, gracias por haber puesto en nuestras manos este lugar. Gracias por haber permitido que los asesinos, lenta pero inexorablemente, vayan a la cárcel.
Es verdad que trabajamos mucho para eso pero sin esta posibilidad, sin la anulación de las leyes de perdón y de indulto, no habría posibilidad de juicio. Por eso gracias, otra vez, a esta mujer y a este hombre que nos dieron esta luz de esperanzas. Falta mucho por hacer, es cierto, pero tenemos la responsabilidad de construir este país nosotros. Está en nuestras manos hacerlo mejor.
Para mejorar el país, para que todo vaya bien, hay que poner el cuerpo, el hombro, el cuero, la cabeza. Los que hoy están al borde de las rutas son los mismos de la Sociedad Rural que hicieron la dictadura. Y lo hacen un 24 de marzo, el año pasado y éste, no es casualidad. Ellos no pueden entrar por los votos porque nadie los va a votar pero que se presenten si son machos y tienen bolas, a ver si los votan.
No hay que permitir que quieran entrar por la ventana, porque es de la única manera que ellos saben entrar al Poder. Estamos dándole una batalla: es la primera vez que se nos permite discutir qué país queremos, y queremos el país que soñaban nuestros hijos.
Y por eso, basta de pelotudos que dicen ‘ay, yo me voy porque como a mí no me dieron lo que quería, entonces me retiro, no soy más kirchnerista’. Que se vayan, al carajo. A uno le da asco escuchar algunas declaraciones. No hablo del enemigo, estoy hablando de algunos que parecían que estaban de este lado y que siempre andan salpicando a ver qué les toca. Las Madres decimos siempre que tenemos que luchar para los otros, no para nosotros. Hasta la victoria, compañeros. Es verdad. Hasta la victoria…
Aquí está la Embajadora de Bolivia, la gente de la Embajada de Cuba: dos países que son ejemplo. Gracias Evo por lo que estás haciendo. Gracias, querido Evo. Y gracias, también, al pueblo cubano que nos enseñó a vivir con un bloqueo impresionante. Aún acá todavía no pasó nada y ya los ricos dicen ‘ay, no podemos comprar las carteras vuitton ni cuatro frascos de perfumes francés’. Claro, esa es la pobreza de ellos. Entonces se quejan todo el día.
Y todo este tema de la inseguridad, tan manijeado por los canales de televisión, que da repugnancia. A noche, a la noche, estaban todos los fachos, habían copado los canales. Y yo le decía recién a Tristán (Bauer) ‘¿Qué hace Canal 7 que a esa hora no pone algo diferente’? o ¿vamos a tener que agarrar un canal las Madres?. Tristán te vamos a agarrar el canal, ¿qué querés que te diga? Anoche tenía bronca yo, cómo puede ser que tengamos cinco fachos hablando pelotudeces porque, vieron, ahora todos son opinólogos: todos saben, todos dicen.
Por eso estar aquí es una batalla increíble. 32 años nos costó. Es mucho para los que son jóvenes para los que, como nosotras, tenemos entre 80 y 95 años no es nada. 30 años, pibes, no es nada.
Estamos, realmente, agradecidísimas a Teresa Parodi que dirige este centro de una manera maravillosa, a toda la gente que la acompaña, a todos los que vinieron estos días de ‘Pasión y Lucha’. Las Madres somos apasionadas, luchamos con pasión, decimos las cosas con pasión, les cerramos el pico a los que hablan boludeces. Sí, se los cerramos, por qué no.
Le dimos letra a muchos programas de éstos, de cuarta. Anoche un médico decía que la gente va apurada a la casa y se encierra porque le han metido el miedo que la van a robar, que la van a pisar, que hay gente mala. Entonces llega a la casa como loco, se cambia y se sienta en el sillón y se pone a ver la televisión y eso es lo que enferma: la televisión. Apaguemos la televisión, compañeros. Apaguemos la televisión y cuando Canal 7 ponga lo que queremos, pongamos Canal 7. Bueno, a las dos de la tarde, los sábados, tienen que ver el programa de las Madres, a las dos de la tarde los sábados eso sí, préndalo a esa hora.
Compañeros, esto aunque a algunos les cae pesado, para mí es una fiesta. La fiesta del amor, de la revolución, de la esperanza, la fiesta de que podemos hacer un país diferente, que hay que apoyar a este Gobierno de Cristina porque mejor que esto no hay nada, sino miremos para atrás. Miremos cómo les jode: están reuniéndose los obispos con los Duhalde. ¡Qué junta, Dios me libre y me guarde! Si se llegan a morder la lengua se envenenan estos hijos de puta, cuando se reúnen Duhalde con los obispos, imagínense ustedes.
Están todos muy enojados porque la Presidenta tiene agallas, es clara, es firme. Ya sé, van a decir ‘Hebe se convirtió a kirchenerista’. ¿Y qué? Estoy más allá de eso y más. Me puedo convertir en lo que quiero. Porque le demostré a este país que la lucha por la vida, la lucha por la Justicia, la lucha por la salud, por erradicar las villas, está en manos de las Madres. ¿Qué más nos van a pedir? Tenemos derechos a convertirnos en lo que queremos, carajo, por qué no. Y vamos a defender a este Gobierno a capa y espada, ojito los que cortan el campo. Todavía no nos conocieron a las Madres.
Gracias Cristina, gracias Néstor por darnos esta oportunidad y por hacernos creer que todavía es posible un país casi revolucionario, casi socialista. Así estamos, así queremos y así luchamos porque estamos convencidas que la unidad latinoamericana esta llegando, todos los días.
Ya estamos preparando el Banco del Sur, la Universidad del Sur, las Escuelas del Sur, la Televisión del Sur: estamos uniéndonos. El gigante se cayó a pedazos, el Norte está hecho mierda y nosotros acá, peleando y luchando, con esperanzas. Estamos muy esperanzados, compañeros, que se puede. Estamos convencidas. Cuando entramos acá, el primer día, le dije a Teresa que el 30 de abril inauguramos y me dice ‘Hebe, no tenemos nada’, y cuándo las Madres esperamos tener para inaugurar. Sin nada, cada uno traía su pincel y su pintura y así desembarcamos y a un año, estamos acá, diciéndonos esto. Miles y miles de personas. Está hasta la calle.
Gracias compañeros por haber venido a este lugar, por haber bendecido este lugar con su presencia, con sus aplausos. Gracias a todos los grupos que actuaron, a todos los grupos que cantaron: le dieron la bendición a este lugar. Tenemos que ser miles que lo llenemos porque aquí, todavía, falta mucho por hacer. Los vamos a ir sorprendiendo. Ideas, tenemos muchas. Yo me levanto todos los días con esta cabeza llena de ideas, a veces me parece que la sangre se me escapa por las muñecas. Cuando hablo así de fuerte me mareo, me parece que no tengo más nada adentro. Que estoy convulsionada, estoy emocionada, apasionada, siento que hay un huracán dentro mío y ese huracán son mis amadísimos hijos: los 30.000 que me impulsan, que me acompañan, que me dicen ‘dale vieja’.
Y aquí estamos: firmes, duras, seguras de lo que estamos haciendo. Hasta la victoria, siempre todos los días, todas las horas y todos los momentos. Hasta la victoria, siempre. Gracias”

Vale la pena vivir para ver esta lucha”



La Asociación de Madres de Plaza de Mayo realizó cuatro jornadas de Pasión y Lucha en la ex ESMA para recordar los 33 años del golpe. El recital con el que culminó el evento juntó unas diez mil personas en repudio a los represores.


Por Cristian Vitale (pagina 12)

“Vale la pena vivir para ver esta lucha.” Contundente, León Gieco sintetizó un sentir colectivo: el que se vivió ayer en la ex ESMA cuando le tocó cerrar, junto al grupo Arbolito, el Festival de la Canción Social organizado por el ECuNHi (Espacio Cultural Nuestros Hijos), dirigido por Teresa Parodi, y la agrupación de artistas Talastilla. Diez mil personas, frente a él, rindieron el mejor homenaje posible a los que allí, en ese antro de la tortura y la muerte, perdieron la vida por lo mismo que ahora Gieco quiere vivir para ver: la lucha.

En ese momento llegaban a su culminación las Cuatro Jornadas de Pasión y Lucha con que la Asociación de Madres de Plaza de Mayo recordó el 33 aniversario del Golpe. “La ESMA es el lugar más emblemático que tiene el país para decirles (a los represores) que les ganamos –explicó Hebe de Bonafini, titular de la Asociación–. Estamos acá porque sentimos que esto es propiedad de nuestros hijos y de nosotras. Es algo que nunca imaginamos que iba a pasar.”

Luz en la ESMA... así fue ayer. Luz y sonido, aunque la conjunción no fuera igual, en intensidad, a la que irradiaba el escenario principal del Quilmes Rock a unas cuadras nomás, sobre Libertador. Un austero escenario, pequeño, con luces parecidas a aquellas que iluminaban las peñas en los clubes de barrio. Y con un sentimiento parecido. Desde el corazón.

El final del festival, la cuarta jornada, estuvo signada por una presencia multitudinaria –que al momento de subir Gieco llegaba al cordón de la Avenida Libertador– y las actuaciones del trovador Sergio Lobo, El Portón, Arbolito y el crédito de Cañada de Rosquín, que llevó a parte de los chicos de Mundo Alas –protagonistas de su película que se entrenará formalmente mañana– y con ellos entregó un recital también austero, también emotivo. Muy emotivo. “La colina de la vida” y “El fantasma de Canterville”, junto a Alejandro, uno de los actores; la bellísima “Canto en la rama”, de Leda Valladares; y esa que todos querían escuchar: “La Memoria”, por la urgencia de la hora. Por tiempo y espacio. Desde el borde del escenario hasta el final del larguísimo y terrible pasillo que comunicaba a los ‘dueños’ del Liceo militar con el afuera, miles de gargantas se hicieron una sola... “Fue cuando callaron las iglesias / fue cuando el fútbol se lo comió todo / que los padres palotinos y Angelelli / dejaron su sangre en el lodo”.

Unos trepados a los árboles inmensos; otros sobre el cordón de la larga calle interna, tomando mate o comiendo un sandwich casero; en las veredas o sobre las turbias ventanas que ahogaban gritos. Ya no. “América con almas destruidas / los chicos que mata el escuadrón / suplicio de Mugica por las villas / dignidad de Rodolfo Walsh”, y los brazos levantados en V. Gieco llegó al cenit al hurgar en la memoria colectiva. Pero también en el presente. El tono político, ayer, no estuvo dado solamente por el festival en sí –su aura, su propósito–, ni por las banderas de la Juventud Universitaria Peronista o de “La Cooke” elevadas entre el público, sino también por otra urgencia de la hora. “Las causas a los represores están muy lentas –denunció con razón Hebe Bonafini–. Hay muy pocos detenidos, sólo 49 de miles de acusados. Lo que pasa es que hay muchos jueces de la dictadura que no quieren que los condenemos y cajonean las causas”.

“La película –Mundo Alas– es como un bálsamo espiritual ante los campesinos que cortan las rutas o esos que piden la pena de muerte”, definió León. Hebe, antes de que Arbolito suba a escena, también resaltó que “hay que poner el cuerpo y la cabeza en esta lucha”, y el grito no se hizo esperar: “Hay que saltar, el que no salta es gorila y liberal”. Y siguió: “Los que están al borde de las rutas son los mismos que pidieron las dictaduras... ¡que se presenten a ver si los votan! No les vamos a permitir entrar por la ventana al gobierno. Es la primera vez que se nos permite discutir qué país queremos. Miren cómo los grandes medios manijean el tema la inseguridad. ¡Hay que apagar la televisión!”, pidió, y el histórico “Madres de la Plaza, el pueblo las abraza”, estalló entre los inmensos pabellones.

Después subió Arbolito. Luz y también fiesta en la ESMA. La muy buena banda de folklore rock brindó un recital despierta cuerpos. Mucho baile, ritmos latinoamericanos y banderas de los pueblos originarios flameando, cerca de las hojas. “Junto a la Madres, estuvo siempre un luchador”, dijo Ezequiel Jusid, sobre Osvaldo Bayer, y el grupo lo evocó a través de su canción homenaje: “Osvaldo” (“Cuantas cosas / que se saben por vos”). Otro Osvaldo –pero con w en lugar de v– homenajeado fue Guayasamín, el pintor ecuatoriano muerto en 1999. A través de una pantalla chica, casi artesanal, los organizadores retransmitieron un documental en el que Fidel Castro lo define como un gladiador de la dignidad humana. El evento fue transmitido en vivo por AM 530 –la radio de las Madres– y también propuso una muestra de pinturas elaboradas por los docentes de plástica del ECuNHi. “Todos somos los 30 mil y los 30 mil somos todos”, reprodujo ante el micrófono Pedro Lanteri, director de la emisora y ocasional presentador, en una noche estrellada y como fue dicho, “de lucha y pasión”. El postre fue dulzón: Gieco se copó con Arbolito, el cope fue recíproco y ambos, él y ellos, hicieron que el 33º aniversario del golpe militar se transformara en una alegre canción de esperanza hacia el futuro.

FACHANDULA

Con el susanismo, nació una vieja ideología

Algunos medios de comunicación hacen un uso político y empresarialmente lucrativo de los problemas de la inseguridad. Las declaraciones de Giménez marcan un hito dentro de un largo aprendizaje en la degradación. El surgimiento de un nuevo populismo: el mediático.

Por Eduardo Blaustein
delitosypesquisas@miradasalsur.com

Supongamos la siguiente oferta electoral en el país en el que se pide al bulto ya sea más dureza penal contra los menores que delinquen, la pena de muerte o la necesidad de contar con 16.000 nuevos policías en territorio bonaerense. Se encienden las cámaras, el candidato promete: “Vamos a garantizar la seguridad en los barrios. Vamos a hacerlo saturando los barrios con mayor vigilancia. Vamos a hacerlo cuadra por cuadra en relación estrecha con los vecinos. Vamos a poner 45 mil nuevos agentes en las calles. Esto significa triplicar el pedido del actual responsable de la Policía Bonaerense. Vamos a cuidar la entrada y salida de fábricas, bancos, empresas. Vamos a instalar garitas en cada esquina”. Aplausos.

La palabra “garitas” es la pista: la promesa del candidato ficticio es una realidad desde que hace quince o veinte años la inseguridad se convirtió en negocio perverso. Sólo en la provincia de Buenos Aires se calcula que existen 45 mil agentes de seguridad privada, número equivalente al de policías. La cifra es prudente: hace tres años, el entonces subsecretario de Seguridad bonaerense Martín Arias Duval decía que sólo contando los agentes de seguridad privada que trabajaban en negro, el subtotal era de unos 30.000. Como sea, se trata de un ejército privado de seguridad con una tropa similar a la de bonaerense ¿Mejoraron los niveles de seguridad? Más bien al contrario, retomaremos el asunto al final.

Primer inciso urgente: por jodidos que sean o suenen tienen alguna razón ciertos voceros de la derecha cuando le recriminan al progresismo y a las izquierdas cierta negación del problema de la seguridad o la supeditación de toda discusión hasta un oscuro día de entera justicia social. Es absolutamente cierto que la expresión inseguridad destierra mil sentidos y realidades que los medios no registran. Es verdad que los medios construyen e instalan inseguridades que las estadísticas (precarias, no siempre confiables) más que a menudo desmienten. También es verdad que estamos lejísimo de las realidades espantosas de Brasil, México o Colombia. Es una verdad histórica que las derechas usan los miedos y el temor al otro con los fines más espantosos. Un ejemplo particularmente bonito se publicó en este mismo diario el domingo pasado: un candidato dueño de un medio, Francisco De Narváez, no sólo hace de la inseguridad su mejor bandera, sino que, con las instrucciones internas pertinentes, usa su potencia comunicacional para exasperar mejor y arrancar más votos. De ahí a negar la realidad o satanizar las demandas de seguridad hay un abismo. El derecho a la vida es el primer derecho humano. Hay otro derecho que está ligado a la calidad de vida, a vivir con menos miedo, a construir un mejor espacio público y no un espacio público de derrotas, fragmentación, tristeza y brazos caídos.

Oh, Susana. De Narváez, La Nación, Clarín o C5N pueden hacer un uso político directo y empresarialmente lucrativo de los problemas de la inseguridad. Pero no puede haber sorpresa cuando esa realidad se inserta en una lógica general de los medios que va desde el infoentretenimiento a la necesidad de atrapar audiencias vía impactos, conflictos, espectacularización de esos conflictos. El problema es que comenzamos a vivir casi en el peor de los mundos (“casi” porque está demostrado que podemos vivir peor). La serie de declaraciones iniciadas por Susana Giménez, tan alegremente amplificadas por esos mismos medios que demandan seriedad, rigor y trabajo a la clase política, marca un nuevo hito dentro de un largo aprendizaje en la degradación.

Estamos ante un caso de suicidio colectivo por vía mediática. Tratar el drama de la inseguridad con el lenguaje de Intrusos o Paparazzi es de un nivel de irresponsabilidad social horrendo. No es fácil deslindar cuándo entran a tallar las responsabilidades del movilero o periodista apretado por el productor/ editor/ gerente de noticias que busca el conflicto como espectáculo dador de rating y cuándo interviene la mediocridad o la obsecuencia de quien se escuda en “la sintonía que los famosos tienen con la gente” para esconder ya sea su ideología, su falta de autonomía o coraje. Algún día alguien escribirá un ensayo titulado “El salario como fuente de descomposición en las sociedades”.

En torno de la pena de muerte en estas semanas todo se redujo a la demencial pelotudez de “lo que dijo Susana está en la calle”, “habló desde el dolor”, “algo hay que hacer”. Condicionada además la discusión por el terror pánico –“son los códigos”, diría Riquelme– de meterse ya sea con ella o con Tinelli. Nada de poner en duda la autoridad moral o intelectual de una persona cuya trayectoria cívica consistió en atender teléfonos para regalar dinero, traficar con enanos e hipnotizadores, asociarse con el padre Grassi, protagonizar películas del tipo El Negro quiere. Susana también.

En retroceso. Lo cierto es que la discusión acerca de la instauración de la pena de muerte va a contramano de lo que sucede en el planeta, aún cuando vivimos en un mundo peligroso que afronta serios riesgos de nuevas oleadas de violencia, autoritarismo, racismo, xenofobias. Los datos que actualiza la Coalición Mundial contra la Pena de Muerte indican que en un total de 136 países la pena de muerte no corre más, ya sea por los 106 que la abolieron o por los 30 que la suspendieron. Una tercera parte de las 64 naciones en las que aún rige la pena capital pertenecen a regiones que los voceros de las maneras civilizadas miran mal: el Medio Oriente y África del Norte. En los últimos tiempos la pena de muerte dejó de existir en naciones tan diversas como Grecia, Kirghizstan, Liberia, México, Filipinas o Senegal.

En Estados Unidos, país emblema a la hora de hablar de la pena capital, ese castigo está en retroceso. Si allí en 1999 se produjeron 98 ejecuciones, el año pasado la cifra se redujo a 33. Y si en los ’90 el promedio anual de condenas capitales se acercaba a 300, en el 2008 el número se redujo en dos tercios: 111 sentencias. Dos estados del gran país del Norte son paradigmáticos a la hora de hablar de pena de muerte: Texas y Florida. En diciembre pasado la Coalición para Abolir la Pena de Muerte en Texas informó en su reporte anual que los jurados “sólo condenaron a 9 personas a pena de muerte en 2008, lo que representa el número más bajo de nuevas sentencias de este tipo desde que se restableció la pena de muerte en 1976”. Otras seis ejecuciones fueron suspendidas por cuestionamientos acerca de la real culpabilidad de los condenados. Desde 1982 Texas, cuna de George Bush, ejecutó a 423 personas. Otro Bush, Jeb, gobernador de Florida, se vio obligado a poner fin a las ejecuciones, luego de que un recluso al que se aplicó la inyección letal demoró 34 minutos en morir, no sin antes sufrir quemaduras químicas.

A costa de la muerte de miles de condenados (incluyendo 416 inocentes, según una célebre investigación de Hugo Bedau y Michael Radelet), en Estados Unidos al menos existe un acumulado estadístico que demuestra que la pena de muerte se aplica de modo selectivo: tienen muchas más posibilidades de morir quienes no acceden a un abogado, los pobres, los negros (el 42 % de los ejecutados, el 12% de la población), los hispanos. En la Argentina de las 2.500 muertes por gatillo fácil, no aplicado precisamente a ricos y famosos, no se debaten estas cuestiones, sino que se gira alrededor del humor de Susana y de un puñado de mitos y falacias.

Vayamos a una de las mitologías más populares: “Los delincuentes entran por una puerta y salen por la otra”. Veamos: “Recién recuperada la democracia –informa el Cels–, en las cárceles federales de nuestro país había 2.369 personas privadas de su libertad. En 2007, la población carcelaria en esa misma jurisdicción era de 9.148 personas”. Según el reporte del Sneep (Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena) del año 2006, si se incluye a los detenidos en comisarías y en dependencias de la Prefectura y la Gendarmería, la población carcelaria de todo el país se eleva a 60.621 (los datos no incluyen los subtotales de varias provincias). Esto equivale a una tasa de encarcelamiento de 156 personas cada 100.000 habitantes. En 1994 esa misma tasa era de 95 personas cada 100.000 habitantes.

Sin negar ni los problemas de la inseguridad ni los del accionar de la Justicia, no se entiende que se afirme lo de la plena libertad de circulación de los delincuentes ni el “nadie hace nada” tinelliano siendo que las estadísticas demuestran que sólo durante la última década la población carcelaria total en el país creció más del 80 %: de 29.690 detenidos en 1997 a 54.000 en 2006. Son datos del Sneep, publicados en el último Informe Anual del Cels. Última estadística en la que siempre insiste el Cels. “En el año 2006, el 63 % del total de las personas privadas de su libertad no tenía condena firme.”

Duro de penar. El debate sobre la pena capital, no sólo en Argentina, suele adquirir aspectos bizarros. Así por ejemplo en México existe un Partido Verde Ecologista que publica en Internet un foro dedicado a la seguridad… y a la instauración de la pena de muerte. En la página www.penademuerte.org.mx se propone la reinserción de la pena de muerte en los siguientes casos: terroristas que atenten en contra del Estado y de la población; asesinatos con todas las agravantes y criminales atroces; a los secuestradores que maten o mutilen a su víctima; a los servidores o ex servidores públicos de cualquier policía, Ejército o Marina que participen en el secuestro de una persona. Un dato sugestivo: desde 1931 a 1955 la legislación penal mexicana incrementó la pena por secuestro de una máxima de veinte a otra de cuarenta años.

A juzgar por las cifras espeluznantes de la violencia en México, la severidad penal sirvió para poca cosa, tal como ocurrió en Argentina ya sea con políticas a lo Ruckauf, el gatillo fácil o las leyes Blumberg. Hoy, sin embargo, incluso legisladores de origen progresista se inclinan, por ejemplo, por endurecer las políticas penales contra los menores. Es cierto, algunos lo hacen insertando en sus propuestas políticas de inclusión, proyectan espacios de rehabilitación, hablan de la creación de centros de detención adecuados. Es difícil creer que no tengan conciencia de que hay una parte simplísima de sus propuestas que seguramente pasará como un trámite, mediante un simple cambio de legislación. Con el riesgo evidente de que la concepción, implementación y financiación tanto de las políticas inclusivas como la de la construcción de espacios de rehabilitación, en un país donde las cárceles están colapsadas y corrompidas, quedará, de nuevo, para un oscuro día de justicia.

Populismo no es únicamente el acto pecaminoso de repartir choripanes en un acto. Hay nuevos y nutridos modos de populismo y el más reiterado, universal, es el del populismo mediático, el de la receta fácil y la propuesta de casete (más penas, más policía), remotamente lejos de la implementación de políticas consistentes y las complejidades de la gestión. Comparábamos al principio de este texto la demanda de 16.000 policías más versus la aparición súbita, en términos históricos, de una fuerza de seguridad privada de 45.000 agentes, 200.000 si se toma la escala nacional. Hoy sabemos que de poco sirvió, que existen agencias privadas en manos de ex represores o de ex policías sospechados, que los vigiladores no pasan exámenes psicofísicos ni de preparación, que algunos cometieron asesinatos o son cómplices de crímenes, que la Afip denunció que hacia el 2002 el 80 % de esas empresas evadían sus obligaciones fiscales.

Al susanismo estas cosas les interesan poco. Lo mismo sucede con algunos legisladores del republicanismo fino que no hacen otra cosa que seguidismo populista de la agenda mediática. Entran en otra contradicción con sus propios y respetables valores. Porque el problema de la insustancialidad política, a la hora de ser oposición y más a la hora de gobernar, conspira contra la República, contra la calidad institucional, contra el bien común. A la hora de endurecer penas, hay otra pregunta que no se hace desde la susanización: los reventados por la desigualdad, la pobreza, el paco, el alcohol, el arrebato emocional o la demencia, ¿leen los diarios o el código penal antes de cometer un crimen?

Es otro elemento de discusión ausente en el susanismo. El modo de ¿reflexión? automático de la época es el del puro instante, el de rápido/quiero las soluciones/ya. Vivimos regidos por una ecuación según la cual el clima fugaz del instante siempre tiene razón. Y más razón tiene ese instante si aparece encarnado en una figura “popular”. La Historia, la información rigurosa, el debate sobre las experiencias propias o las del mundo, son nocivas para las lógicas de los medios, son lisa y llanamente plomas, áridas, piantarating. Ni siquiera la legitimidad electoral es fuente de nada cuando la verdadera legitimidad es Susana. El pulso del país, nos quieren decir, es la antigua chica-shock, tal como lo fue en los años ’20 el Ku Kux Klan en los Estados Unidos con cinco millones de militantes entusiastas.

Miradas al Sur

La pequeña Biblia de la crisis (pagina 12)

Fidel Castro presentó de puño y letra un texto sobre la crisis mundial que recibió del politólogo argentino Atilio Boron, a quien también recibió. Boron participó del evento sobre Globalización y Desarrollo que tuvo lugar en Cuba.

Por Fidel Castro

Finalizado el evento sobre Globalización y Desarrollo con la presencia de más de 1500 economistas, destacadas personalidades científicas y representantes de organismos internacionales reunidos en La Habana, recibí una carta y un documento de Atilio Boron, doctor en Ciencias Políticas, profesor titular de Teoría Política y Social, director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED), aparte de otras importantes responsabilidades científicas y políticas.

Atilio, firme y leal amigo, había participado el jueves 6 en el programa de la Mesa Redonda de la Televisión Cubana, junto a otras eminencias internacionales que asistieron a la Conferencia sobre Globalización y Desarrollo.

Supe que se marcharía el domingo y decidí invitarlo a un encuentro a las 5 de la tarde del día anterior, sábado 7 de marzo. Había decidido escribir una reflexión sobre las ideas contenidas en su documento. Utilizaré en la síntesis sus propias palabras:

“Nos hallamos ante una crisis general capitalista, la primera de una magnitud comparable a la que estallara en 1929 y a la llamada ‘Larga Depresión’ de 1873-1896. Una crisis integral, civilizacional, multidimensional, cuya duración, profundidad y alcances geográficos seguramente habrán de ser de mayor envergadura que las que le precedieron.

Se trata de una crisis que trasciende con creces lo financiero o bancario y afecta a la economía real en todos sus departamentos. Afecta a la economía global y que va mucho más allá de las fronteras estadounidenses.

Sus causas estructurales: es una crisis de superproducción y a la vez de subconsumo. No por casualidad estalló en EE.UU., porque este país hace más de treinta años que vive artificialmente del ahorro externo, del crédito externo, y estas dos cosas no son infinitas: las empresas se endeudaron por encima de sus posibilidades; el Estado se endeudó también por encima de sus posibilidades para hacer frente no a una sino a dos guerras no sólo sin aumentar los impuestos sino que reduciéndolos, los ciudadanos son sistemáticamente impulsados, por vía de la publicidad comercial, a endeudarse para sostener un consumismo desorbitado, irracional y despilfarrador.

Pero a estas causas estructurales hay que agregar otras: la acelerada financiarización de la economía, la irresistible tendencia hacia la incursión en operaciones especulativas cada vez más arriesgadas. Descubierta la ‘fuente de juvencia’ del capital gracias a la cual el dinero genera más dinero prescindiendo de la valorización que le aporta la explotación de la fuerza de trabajo y, teniendo en cuenta que enormes masas de capital ficticio se pueden lograr en cuestión de días, o semanas a lo máximo, la adicción del capital lo lleva a dejar de lado cualquier cálculo o cualquier escrúpulo.

Otras circunstancias favorecieron el estallido de la crisis. Las políticas neoliberales de desregulación y liberalización hicieron posible que los actores más poderosos que pululan en los mercados impusieran la ley de la selva.

Una enorme destrucción de capitales a escala mundial, caracterizándolo como una ‘destrucción creadora’. En Wall Street esta ‘destrucción creadora’ hizo que la desvalorización de las empresas que cotizan en esa Bolsa llega casi al 50 por ciento; una empresa que antes cotizaba en Bolsa un capital de 100 millones, ¡ahora tiene 50 millones!. Caída de la producción, de los precios, de los salarios, del poder de compra. ‘El sistema financiero en su totalidad está a punto de estallar. Ya tenemos más de U$S 500.000 millones en pérdidas bancarias, hay un billón más que está por llegar. Más de una docena de bancos están en bancarrota, y hay cientos más esperando correr la misma suerte. A estas alturas más de un billón de dólares han sido transferidos desde la FED al cartel bancario, pero un billón y medio más será necesario para mantener la liquidez de los bancos en los próximos años.’ Lo que estamos viviendo es la fase inicial de una larga depresión, y la palabra recesión, tan utilizada recientemente, no captura en todo su dramatismo lo que el futuro depara para el capitalismo.

La acción ordinaria de Citicorp perdió el 90 por ciento de su valor en 2008. ¡La última semana de febrero cotizaba en Wall Street a U$S 1,95 por acción!

Este proceso no es neutro pues favorecerá a los mayores y mejor organizados oligopolios, que desplazarán a sus rivales de los mercados. La ‘selección darwiniana de los más aptos’ despejará el camino para nuevas fusiones y alianzas empresariales, enviando a los más débiles a la quiebra.

Acelerado aumento del desempleo. El número de desempleados en el mundo (unos 190 millones en 2008) podría incrementarse en 51 millones más a lo largo de 2009. Los trabajadores pobres (que ganan apenas dos euros diarios) serán 1400 millones, o sea el 45 por ciento de la población económicamente activa del planeta. En Estados Unidos la recesión ya destruyó 3,6 millones de puestos de trabajo. La mitad durante los últimos tres meses. En la UE, el número de desempleados es de 17,5 millones, 1,6 millón más que hace un año. Para 2009 se prevé la pérdida de 3,5 millones de empleos. Varios Estados centroamericanos así como México y Perú, por sus estrechos lazos con la economía estadounidense, serán fuertemente golpeados por la crisis.

Una crisis que afecta a todos los sectores de la economía: la banca, la industria, los seguros, la construcción, etcétera, y se disemina por todo el conjunto del sistema capitalista internacional.

Decisiones que se toman en los centros mundiales y que afectan a las subsidiarias de la periferia generando despidos masivos, interrupciones en las cadenas de pagos, caída en la demanda de insumos, etcétera. EE.UU. ha decidido apoyar a las Big Three (Chrysler, Ford, General Motors) de Detroit, pero sólo para que salven sus plantas en el país. Francia y Suecia han anunciado que condicionarán las ayudas a sus industrias automotoras: sólo podrán beneficiarse los centros ubicados en sus respectivos países. La ministra francesa de Economía, Christine Lagarde, declaró que el proteccionismo podía ser ‘un mal necesario en tiempos de crisis’. El ministro español de Industria, Miguel Sebastián, insta a ‘consumir productos españoles’. Barack Obama, agregamos nosotros, promueve el ‘buy American!’.

Otras fuentes de propagación de la crisis en la periferia son la caída en los precios de las commodities que exportan los países latinoamericanos y caribeños, con sus secuelas recesivas y el aumento de la desocupación.

Drástica disminución de las remesas de los emigrantes latinoamericanos y caribeños a los países desarrollados. (En algunos casos las remesas son el más importante ítem en el ingreso internacional de divisas, por encima de las exportaciones.)

Retorno de los emigrantes, deprimiendo aún más el mercado de trabajo.

Se conjuga con una profunda crisis energética que exige reemplazar al actual, basado en el uso irracional y predatorio del combustible fósil.

Esta crisis coincide con la creciente toma de conciencia de los catastróficos alcances del cambio climático.

Agréguese la crisis alimentaria, agudizada por la pretensión del capitalismo de mantener un irracional patrón de consumo que ha llevado a reconvertir tierras aptas para la producción de alimentos para ser destinadas a la elaboración de agrocombustibles.

Obama reconoció que no hemos tocado fondo todavía, y Michael Klare escribió en días pasados que ‘si el actual desastre económico se convierte en lo que el presidente Obama ha denominado década perdida, el resultado podría consistir en un paisaje global lleno de convulsiones motivadas por la economía’.

En 1929 la desocupación en EE.UU. llegó al 25 por ciento, al paso que caían los precios agrícolas y de las materias primas. Diez años después, y pese a las radicales políticas puestas en marcha por Franklin D. Roosevelt (el New Deal), la desocupación seguía siendo muy elevada (17 por ciento) y la economía no lograba salir de la depresión. Sólo la Segunda Guerra Mundial puso fin a esa etapa. ¿Y ahora por qué habría de ser más breve? Si la depresión de 1873-1896, como expliqué, duró ¡23 años!

Dados estos antecedentes, ¿por qué ahora saldríamos de la actual crisis en cuestión de meses, como vaticinan algunos publicistas y ‘gurúes’ de Wall Street.

No se saldrá de esta crisis con un par de reuniones del G-20 o del G-7. Si una prueba hay de su radical incapacidad para resolver la crisis es la respuesta de las principales bolsas de valores del mundo luego de cada anuncio o cada sanción de una ley aprobatoria de un nuevo rescate: invariablemente la respuesta de ‘los mercados’ es negativa.

Ya no está la URSS, cuya sola presencia y la amenaza de la extensión hacia Occidente de su ejemplo inclinaba la balanza de la negociación a favor de la izquierda, sectores populares, sindicatos, etcétera.

En la actualidad, China ocupa un papel incomparablemente más importante en la economía mundial, pero sin alcanzar una importancia paralela en la política mundial. La URSS, en cambio, pese a su debilidad económica, era una formidable potencia militar y política. China es una potencia económica, pero con escasa presencia militar y política en los asuntos mundiales, si bien está comenzando un muy cauteloso y paulatino proceso de reafirmación en la política mundial.

China puede llegar a jugar un papel positivo para la estrategia de recomposición de los países de la periferia. Beijing está gradualmente reorientando sus enormes energías nacionales hacia el mercado interno. Por múltiples razones que serían imposibles discutir aquí es un país que necesita que su economía crezca al 8 por ciento anual, sea como respuesta a los estímulos de los mercados mundiales o a los que se originen en su inmenso –sólo parcialmente explotado– mercado interno. De confirmarse ese viraje es posible predecir que China seguirá necesitando muchos productos originarios de los países del Tercer Mundo, como petróleo, níquel, cobre, aluminio, acero, soja y otras materias primas y alimentos.

En la Gran Depresión de los años 30, en cambio, la URSS tenía una muy débil inserción en los mercados mundiales. China es distinto: podrá seguir jugando un papel muy importante y, al igual que Rusia e India (aunque éstas en menor medida), comprar en el exterior las materias primas y alimentos que necesite, a diferencia de lo que ocurría con la URSS en los tiempos de la Gran Depresión.

En los 30 la ‘solución’ de la crisis se encontró en el proteccionismo y la Guerra Mundial. Hoy, el proteccionismo encontrará muchos obstáculos debido a la interpenetración de los grandes oligopolios nacionales en los distintos espacios del capitalismo mundial. La conformación de una burguesía mundial, arraigada en gigantescas empresas que, pese a su base nacional, operan en un sinnúmero de países, hace que la opción proteccionista en el mundo desarrollado sea de escasa efectividad en el comercio Norte/Norte y las políticas tenderán –al menos por ahora y no sin tensiones– a respetar los parámetros establecidos por la OMC. La carta proteccionista aparece como mucho más probable cuando se la aplique, como seguramente se hará, en contra del Sur global. Una guerra mundial motorizada por ‘burguesías nacionales’ del mundo desarrollado dispuestas a luchar entre sí por la supremacía en los mercados es prácticamente imposible, porque tales ‘burguesías’ han sido desplazadas por el ascenso y consolidación de una burguesía imperial que periódicamente se reúne en Davos y para la cual la opción de un enfrentamiento militar constituye un fenomenal despropósito. No quiere decir que esa burguesía mundial no apoye, como lo ha hecho hasta ahora con las aventuras militares de Estados Unidos en Irak y Afganistán, la realización de numerosas operaciones militares en la periferia del sistema, necesarias para la preservación de la rentabilidad del complejo militar-industrial norteamericano e, indirectamente, para los grandes oligopolios de los demás países.

La situación actual no es igual a la de los años treinta. Lenin ‘el capitalismo no se cae si no hay una fuerza social que lo haga caer’. Esa fuerza social hoy no está presente en las sociedades del capitalismo metropolitano, incluido Estados Unidos.

EE.UU., Gran Bretaña, Alemania, Francia y Japón dirimían en el terreno militar su pugna por la hegemonía imperial.

Hoy, la hegemonía y la dominación están claramente en manos de EE.UU. Es el único garante del sistema capitalista a escala mundial. Si EE.UU. cayera se produciría un efecto dominó que provocaría el derrumbe de casi todos los capitalismos metropolitanos, sin mencionar las consecuencias en la periferia del sistema. En caso de que Washington se vea amenazado por una insurgencia popular todos acudirán a socorrerlo, porque es el sostén último del sistema y el único que, en caso de necesidad, puede socorrer a los demás.

EE.UU. es un actor irreemplazable y centro indiscutido del sistema imperialista mundial: sólo él dispone de más de 700 misiones y bases militares en unos 120 países que constituyen la reserva final del sistema. Si las demás opciones fracasan, la fuerza aparecerá en todo su esplendor. Sólo EE.UU. puede desplegar sus tropas y su arsenal de guerra para mantener el orden a escala planetaria. Es, como dijera Samuel Huntington, ‘el sheriff solitario’.

Este ‘apuntalamiento’ del centro imperialista cuenta con la invalorable colaboración de los demás socios imperiales, o con sus competidores en el área económica e inclusive con la mayoría de los países del Tercer Mundo, que acumulan sus reservas en dólares estadounidenses. Ni China, Japón, Corea o Rusia, para hablar de los mayores tenedores de dólares del planeta, pueden liquidar su stock en esa moneda porque sería una movida suicida. Claro está, que ésta también es una consideración que debe ser tomada con mucha cautela.

Estamos en presencia de una crisis que es mucho más que una crisis económica o financiera.

Se trata de una crisis integral de un modelo civilizatorio que es insostenible económicamente; políticamente, sin apelar cada vez más a la violencia en contra de los pueblos; insustentable también ecológicamente, dada la destrucción, en algunos casos irreversible, del medio ambiente; e insostenible socialmente, porque degrada la condición humana hasta límites inimaginables y destruye la trama misma de la vida social.

La respuesta a esta crisis, por lo tanto, no puede ser sólo económica o financiera. Las clases dominantes harán exactamente eso: utilizar un vasto arsenal de recursos públicos para socializar las pérdidas y reflotar a los grandes oligopolios. Encerrados en la defensa de sus intereses más inmediatos carecen siquiera de la visión para concebir una estrategia más integral”.

Si alguien toma esta síntesis y la lleva en el bolsillo, la lee de vez en cuando o se la aprende de memoria como una pequeña Biblia, estará mejor informado de lo que ocurre en el mundo que el 99 por ciento de la población, donde el ciudadano vive asediado por cientos de anuncios publicitarios y saturado con miles de horas de noticias, novelas y películas de ficción reales o falsas.

* Publicado en Granma. El documento completo de Boron puede leerse en www.atilioboron.com

Un día fue nadie

Laura Elizalde

El alrededor instalado sobre sí mismo. El sonido de las olas, el viento del sudeste, la lisura de la playa temprana, inmóvil como un segmento de olvido, una bicicleta negra con manubrio plateado sostenida en el alambre tejido, la desgastada figura de Venus rodeada de macetas con matas de pastos y malvones coral, una carencia de clavos o tornillos en los marcos de las ventanas altas.

El hombre abrió los ojos con cierta codicia, lentamente, una línea de resplandor se propagó sobre la línea de la pupila visible y la oscuridad interior fue cediendo a la rutinaria irrupción de la luz. Retiró las mantas y permaneció un rato sentado en el borde de la cama con los pies colgando.

La pila de libros y una hoja de diario doblada en cuatro sobre la mesa de luz, diez mosaicos más allá de la cama las luces horizontales de los postigos. Tomó el diario, caminó sobre el piso frío y dejó el papel sobre la mesa de la cocina. Por el pasillo en penumbras se dirigió hacia el cuarto de baño. El vigoroso cuerpo desnudo del hombre tenía un andar lento y torpe, era alto aunque no tanto, robusto, como esas figuras que pintó Miguel Ángel en la Capilla Sixtina para ser observadas desde abajo, el pelo tupido, desordenado como sus cejas espesas. El agua caliente se deslizó sobre sus músculos tibios, apenas entreabrió un momento sus labios finos, elevó su mano izquierda y las gotas de agua cayeron en las yemas suaves, rodaron por entre sus dedos sin anillos, bajaron por su muñeca hasta perderse algunas en su codo, otras sobre el muslo en que se dibujaba una vieja cicatriz. No pensaba en nada a esa hora temprana o sí, ejercía el pensamiento como un rumiante estruja el pasto entre la lengua y el paladar y los dientes.

La gran taza de café humeaba, untó unas rodajas de pan con paté, apoyó los brazos en la mesa de cedro y se arremangó la camisa azul, sacó un papel de la caja de metal, volcó un montoncito de tabaco y con sumo cuidado formó entre sus dedos el cigarro de la mañana, no reparó en la azucarera que estaba volcada sobre la mesa. Fumó con cierta impaciencia, develada por el movimiento de sus labios algo resecos, por las venas azuladas bajo la piel de las muñecas y por el tamborileo de sus dedos sobre la doblada hoja de diario. Bebió el café en dos tragos, retiró un gabán azul del perchero, metió la bolsita de tabaco, la caja plateada, el trozo de diario en los bolsillos, miró el reloj de metal de la pared de la cocina. Al salir omitió ponerle llave a la puerta.

Tenía bastante tiempo, aún cuando debía llegar al otro lado de la ciudad, cruzar el puente y recorrer unos pasos más, justo al lado del Café “El viejo Blake”, en el inicio del boulevard de la séptima avenida. Dejó atrás el griterío enérgico de unos chicos que jugaban a la pelota sobre el andén de la vieja estación de trenes, el pasto crecido sobre las vías muertas, el olor a herrumbre de las altas y húmedas fábricas de cristales rotos con cielorrasos de madera donde anidan los pájaros y los murciélagos, las grandes chimeneas negras, impávidas, frías, amontonadas en esa incierta utilidad del pasado. Cruzó en diagonal, caminó lentamente, a veces mirando las veredas rotas, a veces con los ojos en el horizonte cercano, sus pasos tendían hacia el mar.

-¿Sócrates o Platón, el hombre o Dios?-pensó. Buscaban al segundo actor para una pieza de teatro que sería un dialogo entre el Hombre y Dios, ¿Cuál será el segundo actor para el director? masculló.

El resabio de oscuridad de la noche era cada vez menor y la niebla se separó lentamente de la luz del día detrás de los pasos del hombre. Su andar firme y repetitivo bordeó el murallón que da al mar hasta la pequeña plaza de Los Cardinales, miró el gran reloj cerca del monumento a la paz y se sentó en un banco de cemento. Hacía ya demasiado tiempo de su actuación de Judas Iscariote, en aquel teatro abierto en las orillas de Jerusalén. Sacó un papel de la caja de lata y tiró un montoncito de tabaco, el viento soplaba fuerte del sur, así que ejecutó el movimiento de armado del cigarro rápidamente, acomodó la espalda sobre la madera rugosa y dejó sus ojos oscuros primero en el contorno de una mujer que caminaba a orillas del mar y luego en los barcos lejanos que eran como líneas clavadas en el mar, otros más lejanos aún le semejaron puntos sobre el vaivén del agua. ¿A quién interpretaría el segundo actor que buscaban en el aviso del diario? Respiró hondo y el aire inhóspito del mar entró en sus pulmones junto con el placer de la nicotina.

Cuando caminó hacia el puente, divisó a la distancia las puertas abiertas del pequeño teatro, realizó un ejercicio con la voz mientras avanzaba, el sudor, la ansiedad en el estómago, el temor alojado en la garganta recorrió su cuerpo como en cada momento previo a una audición, marchó más rápido con las manos en los bolsillos del gabán, apretando el recorte de diario, la estructura de acero del puente rechinó bajo la suela de sus botas, sintió intensos deseos de fumar, el viento embistió fuerte contra su cuerpo, tenía mucho tiempo todavía para llegar, sin embargo apuró el paso a pesar del peso del viento. Tenía mucho tiempo, lo constató mirando hacia atrás, buscando el reloj colgado en la Plaza de los Cardinales.

Estaba en la mitad del recorrido del puente, el viento amainó, la ansiedad comenzó a sosegarse, la saliva excesiva se apaciguó, su mano izquierda, tiesa y apretada contra el trozo de diario, se distendió dentro del bolsillo, olvidó su deseo de fumar, ese deseo se extinguió bajo una leve sensación de plenitud que también muy pronto dejó de ser importante o adquirió el peso de las mil posibilidades. Ya estaba en los últimos metros del puente cuando miró hacia atrás nuevamente, como un gato, como cualquier otro animal, como la naturaleza misma perdió la medida del tiempo, tardó un poco más, ¿cuanto más? en perder la sensación del tiempo, hasta que finalmente le quedó una tenue, insignificante, idea del tiempo entre otras infinitas ideas alojadas en su mente como en una prolija y ordenada biblioteca llena de letras muertas, eternas. Sus pasos precisos llegaron al final del puente, cuando entró al pequeño teatro un actor lo miró azorado y gritó furiosamente con el rostro enrojecido ¡Impostor, es un maldito impostor! Ni siquiera lo oyó, ni al grito, ni al silencio, tampoco reparó en la penumbra cóncava, escasa, sobre el borde gastado de las butacas de cuero marrón. Cuando subió al escenario del pequeño teatro, se dio cuenta que estaba en el centro de algo que era el mismo, había llegado a la transparencia, miró y volvió a mirar, finalmente, cuando la luz del escenario lo cubrió con un halo amarillo, alcanzó la completa indiferencia, fue Dios.


El mundo según Monsanto



Los creadores del monstruo. El libro de Marie-Monique Robin.

revista veintitrés


Adelanto del libro de Marie-Monique Robin, la periodista francesa que investigó los crímenes de la ESMA y que ahora desnuda al gigante de los transgénicos. Una de las compañías más polémicas del mundo que acumula una infinidad de procesos penales debido a la toxicidad de sus productos.

La “sojización” del país. Para Monsanto la crisis argentina es una oportunidad que supera sus mayores esperanzas. La soja Roundup Ready se expande como un reguero de pólvora desde La Pampa hacia el norte por las provincias del Chaco, Santiago del Estero, Salta y Formosa. Mientras que en 1971 los cultivos de oleaginosas sólo representaban 37.000 hectáreas, pasan a ser 8.300.000 en 2000, 9.800.000 en 2001,11.600.000 en 2002, para llegar a los 16 millones de hectáreas en 2007, esto es, el 60% de las tierras cultivadas. El fenómeno es de tal envergadura que se habla de “sojización” del país, un neologismo que designa una profunda reestructuración del mundo agrícola, cuyos funestos efectos no tardarán en manifestarse.

En un primer momento, cuando la crisis abate la economía nacional, se dispara el precio de la tierra porque se ha convertido en un valor refugio que permite inversiones tan fructíferas como rápidas. “En mi sector”, cuenta Héctor Barchetta, “el precio de la hectárea pasó de 2.000 a 8.000 dólares. Los productores más frágiles acabaron por vender, lo que provocó una concentración de la propiedad inmobiliaria.” De hecho, la superficie media de las explotaciones de La Pampa pasó en una década de 250 a 538 hectáreas, mientras que el número de granjas se reducía un 30%. Según el censo agrícola realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), entre 1991 y 2001 quebraron 150.000 campesinos, 103.000 de ellos tras la llegada de la soja transgénica. En esta misma fecha unos 6.000 propietarios poseían la mitad de las tierras cultivadas del país, mientras que 16 millones de hectáreas pertenecían ya a extranjeros, un proceso que se ha acentuado todavía más después.

“Asistimos a una expansión sin precedentes del agrobusiness, de la agricultura industrial dirigida a la exportación, en detrimento de la agricultura familiar, que desaparece”, se lamenta Eduardo Buzzi, presidente de la Federación Agraria Argentina. “Los campesinos que se marchan son reemplazados por actores que no provienen del mundo agrícola: se trata de fondos de pensión o de inversores que invierten su dinero en ‘consorcios de semillas’ y que se lanzan al monocultivo de la soja Roundup Ready, en colaboración con multinacionales como Cargill o Monsanto. Todo ello en detrimento de los cultivos alimenticios.”

De hecho, mientras que la soja Roundup Ready prosigue su imparable avance y transforma al antiguo granero del mundo en un productor de forraje para el ganado europeo, las producciones alimenticias desaparecen. Según fuentes oficiales, de 1996-1997 a 2001-2002 el número de tambos, explotaciones lecheras, se redujo un 27%, y por primera vez en su historia, el país de las vacas tuvo que importar leche de Uruguay. Igualmente, la producción de arroz descendió un 44%; la del maíz, un 26%; la del girasol, un 34%; la de la carne porcina, un 36%. Este movimiento fue acompañado de una subida vertiginosa del precio de los productos básicos de consumo: por ejemplo, en 2003 el precio de la harina subió un 162%, el de las lentejas (muy apreciadas en la cocina nacional), un 272% o el del arroz, un 130%. “El argentino medio come mucho peor que hace treinta años”, subraya Walter Pengue, “y lo irónico del caso es que se nos anima a cambiar la leche y la carne de vaca, que siempre han formado parte de la dieta nacional, por leche y bistecs de soja...”.

Lo que cuenta el agrónomo argentino no es una broma de mal gusto, sino una realidad. En un país en el que el dulce de leche y la carne de vaca son ingredientes esenciales del patrimonio cultural, el propio secretario de Agricultura, Miguel Campos, se apresura a proporcionar una “buena dirección” de un “restaurante sojero” en Buenos Aires. A continuación elogia la generosidad del programa Soja Solidaria lanzado en 2002 por la AAPRESID, que decidió “ayudar” a su manera a los 10 millones de marginados que sufrían desnutrición, de ellos un niño de cada seis. La idea es simple: “Dar un kilo de soja por cada tonelada exportada”. La campaña fue apoyada por los grandes medios de comunicación, que no dudaron en presentar Soja Solidaria como una “idea brillante que va a cambiar la historia”. Por lo que se refiere al ineludible Héctor Huergo, director del suplemento Clarín Rural, anima al gobierno a “sustituir los actuales programas de ayuda social por una cadena solidaria de coste cero gracias a una red de distribución de soja, uno de los alimentos más completos que basta con hacer que entre en nuestra cultura”.

Para ello, los promotores de los OGM (organismos genéticamente modificados) no escatimaron medios: gracias al gasoil proporcionado gratuitamente por Chevron-Texaco se entregaron cargamentos de soja a cientos de comedores populares y escolares de los barrios desfavorecidos y de chabolas, a las residencias de ancianos, hospitales y a cuantas obras de caridad había en Argentina. Por todo el país se crearon talleres en los que unos voluntarios (en la Universidad Católica de Córdoba se habla incluso de “brigadistas de la soja”) enseñan a unos “cocineros” cómo fabricar “leche”, hamburguesas y otras milanesas de soja. Así, en la página web nutri.com se aprende que en Chimbas, en lo más profundo de la provincia de San Juan, un “programa municipal” permitió “formar en el consumo de soja” a 6.000 personas y que se movilizó a 1.000 voluntarios para distribuir “leche de soja” a 12.000 niños...

Cuando Soja Solidaria celebra su primer aniversario, Víctor Trucco, presidente de la AAPRESID, no oculta su satisfacción: “Con el tiempo”, escribe entonces en Clarín, “se recordará el año 2002 como el de la incorporación de la soja a la dieta de los argentinos”. Y hace un balance: “Hemos aportado 700.000 toneladas de soja, que representan 280.000 kilos de proteínas de alto valor u ocho millones de litros de leche, o 2.300.000 kilos de huevos, o un millón y medio de kilos de carne”. Una retahíla muy discutible que se supone oculta un propósito resumido por la página web de Soja Solidaria en una frase que tiene el mérito de la claridad: “El plan ha ayudado a la difusión de la soja en el país”.

Un desastre sanitario. “Mire”, dice malhumorado el doctor Darío Gianfelici al volante de su coche, “plantan soja hasta en los arcenes de la carretera. Durante la estación de las fumigaciones, uno puede acabar completamente empapado, ¡las autoridades sanitarias de este país son completamente irresponsables!”. Cuando lo conozco en abril de 2005, Darío trabaja de médico en Cerrito, una ciudad pequeña de 5.000 habitantes situada a cincuenta kilómetros de Paraná, en la provincia de Entre Ríos. O lo que es lo mismo, en el corazón del imperio de la soja. En esta región de la pampa, antes famosa por su diversidad agrícola, el cultivo de la oleaginosa ha pasado de 600.000 hectáreas en 2000 a 1.200.000 tres años después. Al mismo tiempo la producción de arroz descendía de 151.000 a 51.700 hectáreas. Un mínimo de dos veces al año los aviones fumigadores o los mosquitos inundan la región de Roundup, a veces hasta la misma puerta de las casas, puesto que aquí la soja Roundup Ready lo ha invadido todo.

“Es como una fiebre, una epidemia”, suspira Darío Gianfelici, que me enseña a través del parabrisas los famosos chorizos. Al no saber ya dónde almacenar los granos porque la infraestructura no era suficiente, los productores inventaron unos silos en forma de chorizo que ahora jalonan los márgenes de las carreteras. Si el doctor se ha convertido en un militante en contra de los OGM no es por una cuestión ideológica, sino porque le preocupa la evolución de las patologías a las que se enfrenta en su consulta. “Yo no sé si la técnica biotecnológica constituye un peligro para la salud”, quiere precisar, “en cambio, denuncio los daños sanitarios que provocan tanto las fumigaciones masivas de Roundup como el consumo abusivo de soja Roundup Ready”. Y recuerda la toxicidad del glifosato y, sobre todo, como hemos visto, de los surfactantes (esas sustancias inertes que permiten al glifosato penetrar en la planta), como el polioxietileno-amina (PO EA). Ahora bien, más en Argentina que en otros lugares, la publicidad de Monsanto que asegura que el Roundup es “biodegradable y bueno para el medio ambiente” ha llevado a que no se tome ninguna precaución con las fumigaciones que contaminan todo el medio ambiente: el aire, la tierra y las capas freáticas. Aunque el representante del Estado, Miguel Campos, afirma con enorme seguridad que el “Roundup es el herbicida menos tóxico que existe”...

Pero Darío Gianfelici es categórico: “Muchos médicos de la región hemos constatado un aumento muy significativo de las anomalías de la fecundidad (como abortos naturales o muertes fetales precoces), disfunciones de tiroides y del aparato respiratorio (como edemas pulmonares), de las funciones renales o endocrinas, enfermedades hepáticas y dermatológicas o problemas oculares graves. También nos preocupan los efectos que pueden tener los residuos de Roundup que ingieren los consumidores de soja, porque se sabe que algunos surfactantes son perturbadores endocrinos. En la región se ha constatado una cantidad importante de criptorquidias y de hipospadias en los chicos jóvenes y de disfunciones hormonales en las niñas, algunas de las cuales tienen la regla desde la edad de los tres años...”.

Curiosamente, el programa Soja Solidaria fue el primero que provocó que las instituciones se pusieran en guardia en relación no tanto con los OGM como tales sino con los riesgos que suponía para los niños el consumo excesivo de soja. Así es como en julio de 2002 el Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales organizó un foro sobre el tema en el que se recordó que “no se debe llamar ‘leche’ al zumo de soja y que en ningún caso debería reemplazar a esta”. Los profesionales sanitarios subrayan que la soja es mucho menos rica en calcio que la leche de vaca y que su fuerte concentración en fitatos impide la absorción de metales como el hierro o el cinc por parte del organismo, lo que aumenta el riesgo de anemia. Y, sobre todo, desaconsejan vivamente el consumo de oleaginosas en niños menores de cinco años por una razón que cae por su propio peso: como hemos visto, la soja es rica en isoflavonas, que sirven de sustituto hormonal a las mujeres en la premenopausia y, por lo tanto, pueden provocar importantes problemas hormonales en organismos que están en pleno desarrollo.

“Estamos preparando un auténtico desastre sanitario”, resume Darío Gianfelici, “pero, por desgracia, los poderes públicos no han calibrado lo que está en juego y quienes osan hablar de ello son considerados unos locos que se oponen al bienestar del país”.

Aquel día el doctor tiene una cita en una escuela católica dirigida por unas religiosas alemanas. El imponente caserón rosa ocre de estilo colonial emerge en medio de una vasta extensión de soja. “La semana pasada”, explica la directora, “fumigaron Roundup justo antes de la lluvia. Después hubo un sol muy fuerte que provocó la evaporación. Muchos alumnos empezaron a vomitar y se quejaban de dolor de cabeza”. La religiosa pidió a los servicios sanitarios de la provincia que lo investigaran y estos concluyeron que se trataba de un “virus”... “Sin embargo, analizaron el agua pero no encontraron nada”, precisa la religiosa.

–¿Estudiaron la posibilidad de una intoxicación debida a los productos químicos? –pregunta Darío.

–No –responde Ángela, una maestra–. Cuando apuntamos esta hipótesis, lo negaron categóricamente...


Ángela sabe de qué está hablando. Vive en una casita rodeada de campos de soja. Cada vez que fumigan padece violentas migrañas, irritación en los ojos y dolores articulares. “Hablé con los técnicos”, explica. “Lo único que conseguí es que me avisaran cuando fueran a fumigar el herbicida y durante dos días me voy de casa con mi familia. Me sugirieron que vendiera la casa, pero, ¿para ir adónde? La soja vale más que nuestras vidas...”

Veintitres

también además del libro hay un documental realizado por la misma periodista, historiadora, "El mundo según monsanto"
Lo pueden ver en este sitio: El mundo según Monsanto documental

Nosthalgia

Robert Bresson